martes, 30 de junio de 2009

El tirano - Gralia Herrera (cuento)

A las dos de la mañana, el hombre la llamó.
-Estoy en su puerta.
Los dos niños dormían. Su primer impulso fue decirle no, no es posible albergarle ahora, sabiendo el riesgo que correrían, sin embargo, le respondió:
-Un momento, ya le abro.
Le acomodó el sofá de la sala. Él tenía frío y no tenía ganas de hacer nada, pero era un compromiso. Afuera llovía a cántaros. Le ofreció un té caliente y unas cobijas.
-Buenas noches, dijo ella.
-Buenas noches, fue la simple respuesta del hombre.
-No hablaron más que lo imprescindible. Ella se marchó a su cuarto, y supuso que el hombre se iría a dormir.
-Qué rara sensación la de esconder perseguidos. La tensión a veces era insoportable. Estaba cansada.
-El hombre no dormía, tampoco. Tenía el rostro adusto, quizás por el peligro o los sufrimientos. Pensaba en cómo sabría si pasaba algo grave o si debía partir a ayudar a tiempo, en este fin del mundo. La pobre aldea no tenía mucha comunicación y no quería ser muy molesto con la esposa del compañero, aunque él le había dicho que era discreta y confiable, no sabía hasta dónde podría saber lo que pasaba si algo se complicaba.
-Justo hoy que íbamos a matarlo, no se apareció el muy hijo de puta. Envió a un delegado. El viejo era raro, como si adivinara lo que le esperaba. Todos estábamos allí paralizados. Esperando. Mi amiga me dijo antes de partir que no fuera y tuve un mal presentimiento ¿O quizás fue miedo? Pero es la causa, la vida misma...
-Un chillido lastimero de ave nocturna interrumpió mis pensamientos ...
-De repente como a las tres, tocan de nuevo a la puerta. La mujer se levanta y abre de nuevo.
-Es el compañero, el esposo. Empapado, con los zapatos llenos de barro, ropa sencilla y vieja, pero llevada con dignidad, viene con firmeza aunque cansado. Abraza a su mujer, me saluda al verme aún despierto en el sofá.
-Vinieron a mi cabeza las mismas escenas de cuando mi padre llegaba a casa y abrazaba a mi madre cuando yo era un niño. Hay quietud, silencio. La mujer se va. El compañero habla por fin: No quiero asustarte, pero...
Y yo respondo interrumpiéndole:
-¿Han salido vivos? ¿Lo han hecho?
El hombre responde:
-Algunos han caído...y de hoy en adelante no estaremos seguros...(lo dice con una desgarradora desesperanza)
Y la pregunta de fuego
-¿Ha muerto el maldito?
-Sí.
Mi pensamiento ahora es liviano como una pluma...no me importa lo que pase. Ha valido la pena.